Alguien deambula por el bosque. Bosque quizás universal, al parecer en calma. Pero el que camina y observa atiende más bien a los detalles, a lo minúsculo, que, aparte, va mutando con el sucederse de las estaciones. No lleva un libro de notas: es una tercera persona del singular que asiste a los casi imperceptibles cambios de la naturaleza, más visibles a lo largo de las estaciones.
Pero los poemas existen, están ahí, en el libro. Se poetiza –en prosa– los vagabundeos de alguien sin nombre por entre los árboles. La mirada es amorosa a la vez que parca: frases que enuncian acciones, silencios, esperas. La poeta no se permite ninguna exclamación y, sin embargo, terminamos maravillados ante tanto despliegue de detalles: cada árbol que aparece nos muestra el bosque.
Judith Filc, la autora de este bello libro, no habla de la catástrofe ecológica a que al parecer está entregado el mundo. Eso es cosa de las noticias, de las pantallas televisivas, de los impiadosos periodistas. Ella conoce un bosque (¿en el Norte?; ¿en el Sur?) que es todos los bosques. Hace que paseemos por él bajo la guía de un caminante y que lo miremos con sus ojos. Cualquiera de nosotros podría volver a conectarse con los árboles y su vida y quizás el libro sea una excusa más para que a nuestro turno viajemos y salgamos del fárrago caótico de las Grandes Ciudades.
Hay otros seres. Por ejemplo, las ardillas. Por ejemplo, algunas familias que ocupan por un tiempo una cabaña. Las primeras, en cualquier época del año, se mueven como peces en el agua. ¿Se nos habla de territorios vírgenes? En todo caso, se nos habla de una entidad de ritmos lentísimos y poderosos cuya obra se evidencia sólo de año en año. Un ser vivo, múltiple, generoso y protector.
Así pues, a partir de una entidad remota y puramente material –tan transida del ciclo de la vida y la muerte y sobre todo de la continuidad entre una y otra– aparece una dimensión previa a los monoteísmos y que tiene que ver con la espiritualidad de la naturaleza. La savia, que circula sin asomos de cansancio desde la más honda raíz hasta la última de las hojas, vuelve perdurable la presencia de estos seres, que callan y se agitan al compás de la brisa, que desprende a veces de ellos un murmullo apaciguador.
Estos entes no son indestructibles. Un rayo puede caer y partirlos. Un frutal puede verse afectado por la peste y sus frutos se perderán. Pero ya la semilla ha volado y más acá o más allá arraigará otro árbol.
Repito: me imagino que Judith Filc ha contemplado largamente la naturaleza de los árboles y escrito este libro con amor. Un libro privado de patetismos, de golpes bajos. Ella ha encontrado calma en el bosque y seremos afortunados si a nuestro turno dicha serenidad nos alcanza. Es un libro que vale la pena tener. Cómprenlo, léanlo, reflexionen.
Poemas
Nutriente
En invierno llega a su fin. Las ardillas han agotado sus reservas. Oscurece. Los ríos de savia primaverales son cristales de azúcar. Ellas trepan rápidas por el tronco. Eligen la rama más brillante. Con las pezuñas clavadas, lamen hasta la saciedad. Bajan rápidas. Buscan refugio entre las raíces. Una junto a la otra. Solo se escucha el silbido del viento.
Lenguaje
El chasquido de partículas de polvo que vuelan con la brisa. El fluir del agua en el arroyo. Un entrechocar de piedras. El crujir de hojas secas al paso de las ardillas. El rumor de las hojas de los árboles. El gruñir de los osos. El croar de los sapos. El ulular de los búhos. El martilleo del pájaro carpintero. El silencio.
Hallazgo
Una muchedumbre de troncos le impide el paso. Lucha con ramas y hojas que le rasguñan la cara. Persiste, pero tropieza con un límite. Busca un hueco donde insertarse. Se abre paso entre las ramas. Avanza con cuidado. Más y más adelante. Las hojas esconden pétalos de un amarillo vibrante, cerrados en flor.
Propagación
Se extiende por debajo de la tierra desde antes de que llegaran los humanos. Nacen nuevas raíces. Cada vez más. De las raíces crecen nuevos árboles. Cada vez más. Se entremezclan copas sobre la tierra. Se entrelazan raíces bajo la tierra. Un árbol es un bosque.
Fósil
Piedras duras. Lisas. Impenetrables. Sumergidas en la tierra a metros de profundidad. Son huellas de la historia antes de la historia. El sol iluminaba redes que se esparcían a través de la tierra. Redes de troncos y ramas de formas desconocidas. El sol iluminaba seres inexplicables cuando la vida era diferente. Piedras que guardan la memoria en cada fragmento.
Sobre la autora
Judith Filc (Buenos Aires, 1962)
Recibió el Doctorado en literatura comparada y teoría literaria en la Universidad de Pennsylvania.
Publicó los poemarios "Árboles" (2024), "Lo inesperado" (2023), "Fotos" (2022), "Año nuevo" (2021), "Lagos" (2020), "Vida en la tierra" (2015), "Resquicios" (2010), "El otro lado" (1998) y "Transducciones" (1985). Administra el blog Word Creation / Crear con palabras, donde publica sus traducciones al inglés de poesía hispanoamericana.
Pablo Seguí (Córdoba, 1973)
Entre los 8 y los 17 años estudió violín, para luego volcarse hacia la poesía.
Ha publicado los siguientes libros: "Los nombres de la amada" (Alción, 1999), "Claves y armaduras" (Foja/Cero, 2005), "Naturaleza muerta" (El Copista, 2011), "Otro verano y éste" (Barnacle, 2017), "Animal de bien" (Barnacle, 2018), "Noción de ritmo" (Barnacle, 2019) "Lizard y otros poemas" (Barnacle, 2020), "Babía y otros poemas" (Barnacle, 2021), "La internación" (Barnacle, 2022), "Remy LaCroix y otros poemas" (Barnacle, 2023) y "Poesía juvenil 1995-2011 (Barnacle, 2024).