Dice Carlos Núñez Cortés que cuando hay que hablar en serio algunas veces lo intenta, pero muy pocas veces lo logra y cada tanto aclara “son delirios míos”, para que uno no se distraiga entre las mieles de la risa. Es que le pasaron muchas cosas en la vida, y una termina por entender que fueron tantas como las que ocurren a diario en la vida de cualquier persona, pero que para formar parte del “conjunto de música humorística y lexicografía” más importante de la historia argentina, hay que saber mirar.
A 56 años de su fundación, Les Luthiers sigue estando presente en la cultura argentina como un mito que se revisa, se visita y se menciona con admiración y —hay que decirlo también— no sin cierto prejuicio. Decir que el sexteto hacía “comedia inteligente” aparece como halago y como crítica, dependiendo únicamente del sesgo del enunciador. Pero lo indudable es que ha dejado una marca en la historia del arte de nuestro país, incluso con el desprestigio que siempre tuvo y sigue teniendo el género.
Se podría pensar que él, un histórico integrante, intentaría escaparse de la identidad que le dio ser parte del mito, sobre todo por la pregunta que aparece en la portada de su último libro —¿Hay vida más allá de Les Luthiers?—, pero en esta compilación de anécdotas hay algo más que los devaneos de un artista en su vida privada: nos regala la cámara subjetiva de las vivencias de un hombre a la que todo lo sorprende, lo divierte, lo tracciona hacia una nueva aventura, y a otra, y otra.
La anécdota de la anécdota
En diálogo con Burak, “Carlitos” dice que Les Luthiers tuvo tanta centralidad en su vida le “permitió experimentar muchas vivencias” que volcó en su última publicación “sin haber ido nunca a un taller de escritura”, sino reconociéndose “un buen lector”. Además, cuenta, lee muchas crónicas de viaje y se percibe como una persona “que se ha encantado con la ciencia ficción”, la otra forma de conocer el mundo, o los mundos imaginables.
Entonces, el Luthier explorador parte de una anécdota para contar muchas anécdotas: una sobrina que a sus 7 años, viendo que ya no aguantan su elocuencia, responde: “Es que me pasaron muchas cosas en la vida”. A partir de ahí decide hacerle caso a esa lógica infantil —pero sabia— y darles lugar a todos esos recuerdos y transformarlos en unidades dramáticas que, asegura, son todas “sacadas de la realidad”. Es creíble, por cierto. Muchas de ellas tienen adjuntas las fotos, los tickets, recortes de diarios y transcripciones epistolares.
Carlos recuerda que, además de su performance en el escenario, siempre fue el habilidoso narrador de todos los encuentros: “Me acuerdo que Daniel Rabinovich —que fue compañero mío durante 50 años sobre el escenario— de vez en cuando me decía en las reuniones o en o en la cena ‘Eh, Carlitos, ¿por qué no contás tal anécdota o tal otra?’. Yo decía: ‘Daniel, contala vos" Y él me decía: ‘No, contala vos que tenés más gracia’". Luego confiesa: “Yo notaba que mis compañeros se reían mucho porque yo no relataba la anécdota tal como me había pasado, sino que le ponía un signo de puntuación o un aumentativo, no sé, la amplificaba”.

Cómo hacer reír
El filósofo y escritor francés Henri Bergson desarrolló en su ensayo titulado La risa varias tesis sobre la comedia. En una de ellas elabora un enunciado sobre lo colectivo a la hora de hacer humor cuando dice: “No saborearíamos lo cómico si nos sintiésemos aislados. Diríase que la risa necesita de un eco. Escúchenlo bien: no es un sonido articulado, neto, definitivo; es algo que querría prolongarse y repercutir progresivamente; algo que rompe en un estallido y va retumbando como el trueno en la montaña”. La historia de nuestro personaje no escapa a esa idea: un licenciado en química biológica que se suma primero al coro de la facultad de Exactas y luego la de Ingeniería, donde conoce a los que serán sus compañeros de trabajo y de arte durante toda la vida.
Carlos Núñez Cortés camina por la calle, ve un cartel que le llama la atención, escribe una forma del chiste, lo comparte con sus compañeros y luego lo presentan al público. Pero, en la calle, no es lo único que hace: “Mi mujer de vez en cuando se pone un poquito nerviosa porque yo charlo. No solo con los vecinos, sino con los desconocidos. Alguno puede incluso puede llegar a tomarme por loco en el momento pero yo lo tranquilizo y le digo ‘No, mire. Yo estoy con los pies sobre la tierra yo sé que esta es una situación extraña la que estamos viviendo’”.
Leer la obra literaria de Carlos Núñez Cortés es como verlo diseccionar su propia obra teatral. En el primero, Los juegos de Mastropiero (2007), analiza las presentaciones de su propio grupo bajo el prisma del ludolingüismo para entender por qué los juegos de palabras, los palíndromos, los acrósticos, los trabalenguas hacen reír. Un estudioso póstumo que parece no tener paz, pero que relata con diversión: “Yo lo que hago ahí es, con ese espíritu científico que me dio la facultad, analizo los clasifico y doy ejemplos. Pero no tuve ninguna pretensión de ser gracioso ni nada. Es más bien un libro de estudio”. Es decir, comienza a prestar atención a lo más visible y audible para el público: los chistes.
Más adelante, como él mismo reconoce, se animó “un poquito más” y llevó la visita guiada al nacimiento de las ideas. En Memorias de un luthier (2017 y 2023) toma 50 obras y de dónde salieron, a quién se les ocurrieron, cómo fueron trabajadas. “Ahí cuento quién vino entusiasmado a decirle al resto que tenía algo nuevo. Entonces muestro la cocina, ¿no?”. Una mamushka que se abre para que el público interesado se meta en la génesis, se sorprenda y, eventualmente, las reformule.
Por último, Es que me pasaron muchas cosas en la vida (2025) saca una más y desnuda, esta vez, la cosmovisión de él mismo, como si no quisiera guardarse el secreto, como si quisiera hacer del humor, de su humor, el más colectivo de los procesos. De todos modos, dice, no fue el que más escribió guiones, sino el encargado de “hacer instrumentos que suenen de una manera extraña”, porque, resalta, “no hay que olvidarse de que Les Luthier es sobre todo un proyecto musical”.
Su última publicación puede leerse como un poemario: lineal, salteando capítulos o de atrás para adelante. La propuesta es una sobremesa en la que el más viajado y despierto saca historias entretenidas de todos lados: la vez que fue a sacar un boleto de tren para perros solo para tenerlo, los métodos para interactuar con sus fans cuando le piden un autógrafo y la historia de cuando pidió que lo llevaran a una isla en Brasil y lo dejaran solo por cuatro días.
Pero también se hacen presentes momentos más intensos, aunque también graciosos, como las cartas al periodista colombiano Daniel Samper Pizano, autor del libro Le Luthiers de la L a la S (2001), y quien le confesó a Página 12 que “habría pagado” por ser el biógrafo del grupo. En el intercambio se nota la cercanía entre ambos —el escritor le dice “Loco Nuño”— y se muestra un diálogo en el que Carlitos se entera que el nieto de su amigo quiere ser malacólogo —quien estudia los moluscos, algo a lo que es aficionado— y le responde: “En una palabra, amigo Daniel, deje al niño en paz con su divino hobby. No le hable del sagrado sacerdocio del periodismo, ni del fútbol, ni del realismo mágico. Él ya ha hecho su elección y ha acertado. ¡Qué hermosa que es la vida!”.
Ay, la cultura
Carlos Núñez Cortés no tiene celular, y confiesa que anda mucho por internet. Incluso le cuestan las plataformas de streaming para ver películas, así que recurre a su videoteca y elige sus clásicos favoritos de Federico Fellini o Woody Allen. Pero sí usa la computadora: “Últimamente estoy entrando y me estoy divirtiendo mucho con la inteligencia artificial. Me divierte sentir que de pronto tengo un interlocutor casi humano. Y de vez en cuando Valeria —su esposa— me escucha decir ‘Me gustaría preguntarte lo siguiente’, como si fuera realmente del otro lado una persona. Y me dice ‘Carlitos, este señor no tiene sentimientos, andá directamente al grano, no des tantas vueltas”.
Lee crónicas de viajes, ciencia ficción, pero también la revista National Geographic y libros de ciencia. Por lo tanto, al ser consultado sobre las discusiones políticas alrededor del desfinanciamiento en el área responde con seguridad: “Bueno, mirá. Todo lo que se destine para la cultura nunca va a ser suficiente. Ahí está un poco el futuro de la humanidad, el futuro del ser humano. Estoy absolutamente en contra de cualquier recorte. Es decir, siempre, siempre he sido una persona muy abierta en eso y me he educado lo mejor posible. Esa es la única escapatoria que va a tener el hombre este para evitar este autoeliminarse en los próximos años”.
Por lo pronto, piensa mientras responde, no ha visto continuidad en el formato que ellos inventaron. “Sí, dejó una marca impresionante. Nosotros hacíamos humor, pero aplicado a la música o a la literatura. Busco de vez en cuando, estamos así dele que dele con el aparatito ahí y de pronto aparece una cosa y la miro y resulta que es Víctor Borges que es un humorista danés de hace 50 años atrás”.
Mientras Carlos Núñez Cortés camina por la calle y encuentra tantas historias como conversaciones y nuevos chistes, nosotros esperamos como la vuelta de un milagro, el próximo grupo que se anime al smoking, a aprender a tocar instrumentos, leer literatura, tomar elementos de la ciencia, inventar instrumentos, reversionar clásicos y con todo eso, hacernos reír.
Es que me pasaron muchas cosas en la vida de Carlos Núñez Cortés, publicado por Libros del Kultrum (Océano Argentina)
Gilda Izurieta
es periodista y escritora. Es editora de contenido en el medio digital Corta y en la revista impresa Crisis. En 2024 se publicó su primer libro Parece sangre en el paño blanco impecable.


