Un secreto al oído

Recuerdo con precisión de cirujano la primera vez que me senté frente a la computadora a escribir.

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Foto de Un secreto al oído por Diego Paruelo.

Foto: Diego Paruelo

Recuerdo con precisión de cirujano la primera vez que me senté frente a la computadora a escribir. La primera vez que me senté frente a la computadora con la intención de escribir. Tenía una imagen en la cabeza que quería pasarla a la palabra escrita. Había leído Mi planta de naranja lima y había llorado como una condenada y necesitaba entender. La imagen que había visualizado sentada frente a la computadora había sido la de un chiquito de unos seis, siete años casi la misma edad que yo tenía en ese momento, apenas uno o dos años menos, que caminaba descalzo sobre un camino de tierra entre ruinas aztecas. Caminaba bajo el sol tajante. Caminaba sólo y estaba descalzo y se sentía huérfano. Ésa era la imagen que tenía en la cabeza cuando me senté a escribir. Yo había querido en realidad re-escribir Mi planta de naranja lima, pasar por mi pluma aquella narración que me había trastocado el alma. Eso era lo que yo necesitaba. Necesitaba entender. Y, como dice Piglia en su teoría de la prosa, entender es volver a contar.

 

En Teoría de la prosa, Piglia habla de la diferencia entre el cuento policial y la nouvelle o novela corta. Él dice que el cuento policial se estructura alrededor de un enigma y que la nouvelle en cambio funciona a partir de un secreto. La diferencia entre un enigma y un secreto según Piglia, es que el enigma tiene la potencialidad de ser descifrado mientras que el secreto es justamente lo contrario, aquello que no es develado o mejor, que no quiere ser develado. “El enigma, como ustedes saben, etimológicamente quiere decir dar a entender, supone a alguien que investiga y descifra. Por lo tanto, el relato a menudo está contado desde el que investiga y trata de descifrar; mientras que el secreto sería el relato contado por aquel que cifra y construye el enigma, sería un relato policial contado por el criminal y no por el investigador, para decirlo en términos del ejemplo del género policial” p19, Teoría de la prosa, Eterna Cadencia.

 

El cuento policial está contado desde el punto de vista del detective, del que pretende resolver el enigma mientras que la nouvelle estaría según Piglia contada desde el que quiere esconder un secreto, desde el que quiere justamente lo contrario; embarrar la cancha. “El proceso de lectura está invertido: hay que leer desde quien encubre la trama y no desde el que la descifra y reconstruye un sentido extraviado”, p52. Por eso va a decir que la nouvelle es una suerte de policial en suspenso.

 

Piglia dice que Henry James es el primero que trabaja sobre la forma de nouvelle. Así como Poe no es el descubridor del cuento moderno sino que es el primero que piensa en su forma, Henry James es el primero que trabaja y piensa sobre la forma de la novela corta. Lo que hace James es trabajar sobre un narrador que está localizado en un punto espacial específico y sólo puede saber y narrar lo que ve desde allí. Por eso, porque no es un narrador omnisciente que todo-lo-sabe es que produce un efecto de desconfianza en la lectura. No podemos confiar ciegamente en ese narrador que apenas puede ver algo de lo que en realidad sucede. A partir de esta pérdida de poder del narrador, va a darse lo que Piglia va a llamar una vacilación del mundo narrativo. Qué belleza. Me gustó mucho esa imagen. Una vacilación del mundo narrativo.

 

 

Este narrador que no lo sabe todo no puede terminar de ordenar y jerarquizar los hechos dentro de la narración. No existe en la nouvelle un detective que llega al final y hace un racconto sobre cómo en realidad sucedieron las cosas, una figura de poder que fija el sentido una vez y para siempre. En cambio, el narrador está tratando de entender la historia él mismo. Está contando la historia porque está justamente tratando de entenderla. Es la relación entre el narrador y la historia que está tratando de contar lo que está en juego. “Es el narrador quien quiere saber. El narrador está en el interior de la historia, mira pero está lejos como si mirara por una ventana. Y no termina de entender qué pasa hasta que accede al cuarto donde está el secreto”, p24.

 

Entender es volver a narrar, es volver a contar, dice Piglia. Que haya un secreto, un espacio ciego que estructura la narración produce al contrario una proliferación de narraciones al infinito que no son otra cosa que diferentes intentos de fijar algo, algún sentido en la historia. Ese espacio vacío lo que hace es abrir la narración, ese secreto es al final una máquina productora de literatura que no termina siendo otra cosa que el efecto de un intento de confesión. “Pareciera que en la medida en que alguien concede un secreto, habla mucho de otra cosa, la confesión tiene una estructura dispersa. Por lo tanto, no es que los personajes de Onetti no hablen, están todo el tiempo hablando, pero eso no quiere decir que en verdad remitan a aquello que permitiría alumbrar la historia (…) Esta proliferación narrativa, esta idea de que hay un secreto que hace proliferar un relato fragmentado sin una dirección narrativa” p206. No tengo idea qué es la literatura. Creo que nadie la tiene en realidad. Pero si alguna vez escuché algo, la descripción más cercana, la flecha que más se le acercara fue en estas clases magistrales de Piglia; “…la literatura es justamente el campo de un lenguaje que funciona produciendo efectos de ambigüedad, por lo tanto produciendo redes y relaciones”, p80. A la literatura no le interesa fijar sentidos sino todo lo contrario, abrirlos y producir redes y constelaciones de sentidos, tramas, efectos y motivos. Le interesa el movimiento, el infinito desplazamiento del sentido.

 

Yo quería escribir Mi planta de naranja lima. Eso es lo que yo quería escribir en realidad porque quería entender qué era lo que me había movilizado tanto, porqué esa historia de pronto había sido tan importante para mí pero cuando me senté frente a la computadora algo sucedió. Otra historia apareció. No era la que yo quería contar pero ahí estaba. Construyéndose palabra a palabra. Ese niño descalzo bajo el astillado sol azteca. Entender es volver a contar pero al hacerlo algo nuevo siempre aparece, lo que se cuenta es la misma historia y a la vez, otra.

 

 

Inés Gaviña

Escribo desde que tengo memoria. Hice los primeros años de la carrera de Letras aunque no la terminé. Tuve la suerte y el honor de hacer talleres con muchos de los mejores escritores argentinos. En 2011 gané el segundo premio del "Yo te cuento Buenos Aires" organizado por la Legislatura de Buenos Aires. Publiqué también en Macedonia Ediciones una microficción en Cien mujeres contra la violencia de género. También tuve la hermosa experiencia de lanzar y dirigir la revista literaria El globo literario, con un par de amigas, de la cual imprimimos cuatro números.

 

 


Fecha18/8/2023
Tiempo de lectura1 min

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