Desde hace un tiempo, podría decir que una memoria transversal comenzó a hilvanar algo en el aire. Un mundo otro. Sin parámetros. Ahora que no puedo parar de leer Voces de Chernóbil, ese libro infinito de Svetlana Alexievich, encuentro en la palabra desconcierto una primera explicación en retrospectiva. “Vivimos en el desconcierto. Lo único que no ha cambiado es el sufrimiento humano” dice uno de los integrantes del texto Coro del pueblo. Publicado a diez años de la explosión, tiene en varios lugares la impronta del silencio. Lo que se callaba. Lo que la ley hacía callar. La imposibilidad de hablar de lo que estaba sucediendo. Durante mucho tiempo. Por eso, tal vez, la potencia del testimonio, la disposición a decir lo indecible. Lo incomprensible. Lo irremediable. Y también la elección de callar. Las interrupciones que quienes hablan hacen de su propio discurso. La explicitación sobre lo que no se quiere hablar. Pero más fuerte la necesidad de nombrar....
Variaciones del silencio
Una danza extraña se libera en el entramado de una vida cuando sucede algo trágico. Una danza que oscila entre palabra y silencio. Como una música

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