Tal vez el gran problema del mundo de hoy es que discutimos sensaciones y no ideas. Discutimos un tengo frío contra un tengo calor, cuando habría que discutir entre cómo solucionar el frío de uno y el calor de otros y cómo llega uno a tener frío y otro a tener calor. Mientras discutamos sensaciones solo vamos a tener como resultado el error.
Es posible que suene un poco pretencioso entender que la idea es la base del proceso creativo y también la base para llegar a ciertas verdades. Una idea por sí sola es eso, un concepto abstracto, liviano y que, de no ser bien analizado, concluye en un simple ejercicio de procurar el siguiente paso sin darlo.
En filosofía, una de las ciencias que es importante al menos conocer datos, quizá no a total profundidad, pero sí advertir su importancia en la creación o los procesos de creación, la idea es lo que le da la forma el pensamiento, nos conduce a la organización mental y suma a esto la experiencia, el hecho empírico que podemos confirmar.
Los griegos trabajaron el tema de la idea con sus conocimientos de filosofía y su forma de entender el pensamiento. La palabra para ellos era la oralidad, de hecho, Platón desconfiaba de los libros por eso escribe sus diálogos casi como una transcripción de lo oral. Uno de los más interesantes es Crátilo. Volveremos sobre esto, pero analicemos:
Hermógenes le pide a Sócrates que intervenga en la discusión que mantiene con Crátilo, sobre si el significado de las palabras viene dado de forma natural (como postula Crátilo), o si por el contrario es arbitraria y depende del hábito de los hablantes (como propone Hermógenes). Crátilo es una de las primeras obras filosóficas de la Antigua Grecia en tratar materias etimológicas y lingüísticas.
Nos dice Borges,
Si (como afirma el griego en el Crátilo)
el nombre es arquetipo de la cosa
en las letras de 'rosa' está la rosa
y todo el Nilo en la palabra 'Nilo'.
Es necesario la presencia del hombre para que la palabra tenga sentido, esto concluye en un momento Sócrates, “Luego el nombre es un instrumento propio para enseñar y distinguir los seres, como la lanzadera es propia para distinguir los hilos del tejido”. En la obra incluso se discuten los nombres de los dioses.
La noción de idea ha ido variando según los pensadores y épocas. Las ideas en la filosofía de Platón es una forma pura, eterna inmutable que existe más allá del hecho sensible. Aristóteles sostiene que la idea se encuentra en la inmanente en los objetos (La mortalidad es inmanente al ser humano) va y está en ellos. Descartes en la edad moderna concibió a la idea como contenidos del pensamiento, mientras que Kant como conceptos de la razón que orientan la experiencia, pero no siempre tienen un correlato empírico. En pensamiento contemporáneo la idea ha sido concebida como principio y generador de sentido como construcción cultural condicionada por el lenguaje y el contexto (la idea de un falcón verde para el argentino).
Lo que tenemos que tomar como importante es que el concepto de idea mutó por lo tanto la idea en si muta. Esto es fundamental para nuestro concepto de idea en la literatura.
Se la puede concebir como semilla de la creación artística. Puede ser algo que articula la obra, o puede ser el argumento de la obra. Algunos hablan de inspiración súbita, otros como resultado de una disciplina intelectual, como síntesis de experiencia vivida. En literatura la idea se modifica porque entra en el terreno de la imaginación, el estilo, la voz que usa el autor y lleva tiempo pulirla y dejarla como texto terminado.

La idea en escritura es la chispa inicial, pero ese chispazo no ayuda al autor a iluminar todo el camino hasta el final del texto, solo muestra que hay un camino, lo muestra por un instante, habrá que comenzar a ir encendiendo fuegos para ver qué hay más allá y lo fundamental, lo que hemos dejado atrás. Un texto no se construye solo buscando el final, sino que ese recorrido sea lógico o respete determinadas situaciones ilógicas para llegar al final. Esto es que no solo hay que trabajar el inicio de un texto, sino la totalidad y en trabajo analizar el desarrollo de aquella promesa iniciática, de aquellas frases que abrieron el texto. ¿Por qué? Simple porque de lo contrario vamos a cometer errores garrafales, por ser grosero, si nuestro protagonista no tiene piernas no puede ser que al finalizar el texto se ponga de pie y camine hacia un lago.
En el proceso de la idea, antes de llevarla a papel, podemos trabajar una serie de conceptos tan simples como limitados por grises.
A la idea primero se la somete al juego, luego a la experimentación y por fin se la “profesionaliza”. Iremos desgarrando estos conceptos de a poco, viendo sus grises que los limitan.
Primero podríamos discutir si la idea es a priori o posteriori del hombre. Y entraríamos en un laberinto de discusiones en las que todas las opciones tendrían su punto fuerte y débil. Un ejemplo simple, si vamos a narrar la historia de una piedra en la luna, esa idea es a posteriori de nuestro estar, vivir, pero la idea de la luna es a priori nuestra, la luna está ahí antes de que nosotros la pisemos. Dicho en otras palabras, nuestra idea tendrá la única originalidad, eventualmente, de ser nuestra porque luego, en todo el camino sabremos o sospecharemos que alguien más trabajó esa idea, pero fue por otros senderos. Una idea no solo es importante por lo que propone sino también porque le da un ámbito, un espacio, a la discusión, a lo que viene luego de una vez expuesta.
En esta parte del concepto estamos en el juego, por ahora analizamos la idea, las posibilidades de expansión que tiene, quién va a contarla, cómo va a contarla, en qué tiempos ubicamos la idea escenario (lugar donde transcurre) atmósfera (el ánimo que recorre el texto con sus cambios correspondientes), el ambiente (año, siglo, etc.). Y una vez ahí aparecen las primeras sombras de personajes, algunos de ellos serán los principales y luego, en ese orden de evolución, aparecerán otros. Estamos en la etapa de juego, toda equivocación, todo error detectado es bienvenido y colocado bajo la lupa del análisis.

La idea en filosofía busca la claridad, en literatura busca la ambigüedad y la polisemia (Ejemplo: la palabra banco puede ser una entidad, un lugar para sentarse o un conjunto de peces o un lugar de arena). Pero en esta etapa del juego estamos ordenando, estamos colocando las situaciones y personajes en sus lugares, le estamos dando creación al tiempo que pensamos. Las ideas filosóficas pueden convertirse en un motor narrativo y nos permite la exploración.
En la evaluación de la idea sopesamos coherencia, la fuerza para interpretarla, para llevarla adelante, y su capacidad de generar nuevas perspectivas, hasta nuevos puntos de vista. Para ver mejor esto tomemos ejemplos de Borges:
El infinito
Aparece en “La biblioteca de Babel”, “El Aleph”, “El libro de arena”.
Borges se pregunta por el carácter inabarcable del universo, por cómo lo finito (un libro, un objeto, un instante) puede contener lo infinito.
El tiempo y la eternidad
En “El jardín de senderos que se bifurcan” se imagina un tiempo ramificado, no lineal.
En “Nueva refutación del tiempo” reflexiona sobre si el tiempo es ilusión.
El espejo y el doble
Tema recurrente: el yo multiplicado, lo idéntico que inquieta.
Ejemplos: “Borges y yo”, “Tlön, Uqbar, Orbis Tertius”.
El destino y el azar
Borges explora la idea de que lo que parece azaroso forma parte de un orden secreto.
Ejemplo: “La lotería en Babilonia”.
La identidad y el yo
En “Borges y yo” cuestiona la noción de un yo estable: hay un Borges escritor y un Borges íntimo, y ambos se desdibujan.
El lenguaje y la realidad
En “Tlön, Uqbar, Orbis Tertius” juega con la hipótesis de un mundo creado por el lenguaje.
Reflexiona sobre cómo las palabras no son meros instrumentos, sino que moldean lo real.
El laberinto
Metáfora central de su obra: la vida, la historia, el universo como un entramado de caminos que se cruzan y confunden.
Ejemplo: “Los dos reyes y los dos laberintos”.
El conocimiento y la imposibilidad de conocerlo todo
El afán de abarcar el mundo choca con la limitación humana.
Ejemplo: Funes en “Funes el memorioso” es incapaz de abstraer porque recuerda demasiado.
En conjunto, Borges trabaja con la duda filosófica más que con la certeza: sus textos son laboratorios donde conceptos abstractos se vuelven ficción.
Pero ahí estamos viendo ya ideas plasmadas, puestas en papel, exhibidas y justamente pasadas por el tiempo de la experimentación.
Una vez que sabemos que nuestra idea, que la idea, es clara para nosotros, tenemos la idea de cuál es el camino inicial, quizá desconozcamos aún los recovecos y el final. O tenemos una leve sombra del final, pero no estamos convencidos. Es el tiempo de la experimentación, probar voces, personajes, opciones, contraopciones. Jugar con la palabra, hacerla nuestra, verbalizar para narrar y no contar. No vamos a decir “en un feo partido de fútbol, Argentina se quedó con el triunfo”. Vamos a trabajar eso “no siempre se puede mostrar elegancia en el juego, belleza y despliega a veces solo hace falta suerte o golpear y ser efectivo en el momento exacto, eso hizo anoche Argentina y dejó los elogios para otra oportunidad”. En lo básico es la fórmula inicial, pero empezamos a experimentar, empezamos a recorrer el sentido que le vamos a dar la palabra y todavía nos permitimos errores, por qué, simple, no estamos en texto puro, podemos errar acentos, comas, tiempos verbales, descoordinación de artículos y sujeto y verbo y adjetivo. Todo es dable porque estamos experimentando.
Hablamos de límites grises entre juego, experimentación y profesionalismo, y es porque también en la experimentación hay una etapa del juego y ambas están presentes en el momento profesional. Esta etapa de profesionalismo, quizá una palabra un tanto excesiva, busca plasmar en el papel la idea y para eso es necesario respetar las normas de escritura. Que se comprenda la letra, si es en lapicera, que se respeten los tiempos verbales, las tildes, las comas, los puntos, los signos en general. La relación sujeto-artículo-adjetivo. Básicamente, ofrecer un texto que se pueda comprender. Sin embargo, en ese camino profesional vamos a seguir con el juego y la experimentación, vamos a permitirnos encontrar y perder el camino y volver a encontrarlo. Todo esto hasta el momento afortunado de la publicación. Una vez puesto en lo superprofesional, ya no hay camino hacia atrás.
Estas etapas tienen la misma diferencia entre jugar a la pelota, practicar tácticas y forma de pegarle a la pelota, jugar al fútbol y ser jugador profesional.
Para jugar a la pelota necesitamos una pelota y listo. No importa cuántos jugadores, si los arcos están hechos con dos buzos, si la línea de salida es más o menos por ahí. Experimentamos jugadas que, si salen mal, como momento desafortunado recibiremos el insulto de los nuestros. Pero jugar al futbol es tener 11 contra 11, con arcos, árbitros, camisetas, reglas a cumplir. Y ser profesional es entrenar, seguir una vida sana, no cometer muchos excesos, etc. Más o menos por ahí va el tema de la escritura, no digo que llevar una vida sana sea imprescindible, pero parte de nuestro entrenamiento será la lectura, será trabajar los textos, analizar cada vez con mayor exigencia lo que leemos y lo propio. Pero es claro que de esa idea vaga, sombreada, que tuvimos en el juego a este texto plasmado, atravesamos mucho trabajo con la idea como estandarte.
Las ideas atraviesan el tiempo, y en la literatura nos permiten atravesar tiempos y géneros:
- El destino y la fatalidad (Sófocles, Shakespeare).
- El poder y su corrupción (Maquiavelo, Orwell).
- El amor y sus paradojas (Dante, Proust).
- La identidad y el doble (Dostoievski, Borges).
- La alienación y el absurdo (Kafka, Camus).
- La memoria y el tiempo (Marcel Proust, García Márquez).
Estas ideas han inspirado obras que se transforman en laboratorios de exploración de la condición humana.
En esta recorrida de grandes escritores con sus ideas surge la pregunta: qué es más importante ¿la chispa o el fuego? La chispa inicia el fuego. Sin chispa no hay fuego posible, pero sí hay fuegos que no dan chispas, que no producen chispas. Esas fogatas, esas llamas, son las menos importantes. Nosotros buscamos un fuego que no solo arda, ilumine, caliente, sino que provoque nuevas chispas. Chispas que enciendan hogueras, que den origen a otros fuegos. Que no se agoten ante el primer soplo.
Cuando culminamos de leer un poema, un texto, y quedamos pensando, pero no en pausa, ese material invita a seguir pensando, avanzar en el pensamiento. Eso es una nueva chispa que se desprende y se nos ofrece para analizarla y trabajarla.
Una idea puede ser una frase, un olor, un sonido, una rugosidad, una abstracción, un cuadro, una palabra, una sensación, un paisaje, un color, un gusto, el recuerdo de todo eso junto o separado o revuelto. Tan abstracto como real y tan real como abstracto que sea capaz de sacudir nuestra imaginación y activar lo ya vivido. En la imaginación está la herramienta para utilizar en la idea (tomemos por imaginación también nuestros hechos vividos). La imaginación es quien alimenta la chispa para hacerla fuego. Violenta la idea para hacerla crecer. Digo violentar en el sentido de enfrentar, de no dejarla descansar, someterla a las pruebas de Popper o las pruebas que le exijan a la idea respuestas. Es necesario ejercer una violencia intelectual sobre la idea para hacerla detonar y al mismo tiempo brindarnos la seguridad de tener una idea fuerte, capaz de crecer.
Hay que hacer una diferencia quizá importante. Buscamos ideas como autores y obsesiones para nuestros personajes. La idea tiende a la expansión. Es flexible, moldeable. Viene del griego y quiere decir, dar forma, hacer visible. Una idea permite ser controlada, abordada y controlarla.
La idea es apertura y movimiento, dialoga con otras ideas y con la realidad, invita a una libertad del pensar.
La obsesión nace de una idea, pero no toda idea es una obsesión. Significa asedio, sentarse frente, someter a un asedio, su origen fue militar. Una obsesión no puede ser dominada, cancela el pensamiento, nos mete en un callejón. La obsesión clausura, se repite pero no evoluciona con la contradicción. Se pierde la libertad de pensar y la mente queda atrapada en un bucle.
Una idea: Quiero ir a visitar un país de África.
Una obsesión: Si voy a un país de África voy a enfermar y contagiar a mi familia.
La idea es para el autor y el autor debe buscar una obsesión para su personaje.
No es fácil dominar la idea, es como meter al viento en una caja. Por eso necesitas darle una forma, porque si le damos al viento una forma si podemos verlo en la caja. Nosotros, no hace falta que lo vea el resto, para que lo vean los demás deberemos trabajar en la idea.
De dónde vienen las ideas pues es algo que ha variado desde el inicio del pensamiento. Incluso la forma de su surgir cambia en oriente y en occidente. Oriente con su idea de conjunto, de agrupar. Occidente con su idea de orden, un orden jerárquico, desde ahí nacen ya formas diferentes de entender.
El problema sigue siendo el mismo: discutimos sensaciones y no ideas. Y mientras sigamos confundiendo el calor con la hoguera, el frío con la ausencia del fuego, no podremos crear ni comprender. Pensar, imaginar, escribir: todo comienza por una idea que respira, nos obliga a tomar decisiones y lo esencial, una vez obtenida, es el trabajo, la fuerza y la constancia del trabajo.
Marcelo Rubio
Es periodista y autor de los libros de cuentos Fútbol sin tiempo, Nueve relatos atravesados en la garganta, La Strada, Bajo el Signo de Eva (todos por Textos Intrusos), El largo viaje (Omashu) y de las novelas Lo que trae la niebla (Indómita Luz), El Cristo roto y El Llovedor (También el caracol), La leyenda del santo volador y Cuatro versos (Omashu). Conduce el programa de radio Kriminal Mambo por AM 530.
Los baúles de Marcelo Rubio contienen ideas sobre la escritura. Pueden acceder a los anteriores suscribiéndose a +Burak desde el menú de nuestra página.


