La casa quedó en silencio. Mi tía y mis primos se fueron a dormir la siesta. En esta casa grande soy la única que está despierta. Espero a que mis abuelos y mis papás se hayan dormido para salir al comedor. El mantel azul con las manchas de vino sigue sobre la mesa. Quedan algunas migas y los ceniceros llenos. Afuera hace tanto calor que los pájaros no cantan y los perros duermen a la sombra. Camino despacio, con cuidado de no despertar a nadie. Son dos horas las que tengo antes de que alguien aparezca.
Tengo puesto el vestido de flores y corales que encontré en el ropero del cuarto rosa. Creo que era de mi abuela cuando era más joven. Es largo, rosa, con botones adelante. Antes de salir, me miro en el espejo enorme del living que ocupa toda la pared. Doy unos giros mirando cómo el vestido se abre y vuelve a cerrarse sobre mis piernas. Siempre sentí que había nacido en una época que no era la correcta. Cómo me hubiera gustado vestirme así, todos los días y no solamente cuando nadie me ve. Afuera el sol quema. Estoy descalza y camino por la galería hasta llegar al pasto caliente. La pileta está a unos cuantos metros, y parece estar quieta, esperándome. Sabe que voy a entrar como todos los mediodías. Sé que sabe, por eso me espera. Aprendí a nadar a los tres años. Eso es lo que me dicen. Con doce me siento segura de poder hacerlo sin ningún grande cerca. Además me gusta sentir que soy la única en el agua. Toda para mí. Sin mis primos corriendo. Sin mi papá diciéndome cuidado a cada paso.
Llego y no me aguanto las ganas de tirarme. ¿Cuánto tardarían en darse cuenta de que no estoy durmiendo la siesta? En el agua, el vestido se abre sosteniéndose, como si quedara flotando alrededor mío. Las florcitas suben y soy una princesa de agua. Me hundo y giro sobre mi eje con las manos abiertas. La primera sonrisa aparece en mis labios. Estoy rodeada por delfines, peces y corales. Soy la dueña de este pequeño océano. Veo mi pelo estirarse y siento el alivio de ver mis rulos desaparecer. Y pienso que la felicidad debe ser eso que aparece en mi cuerpo. El eucalipto se mueve arriba de mi cabeza. Desde abajo del agua el verde de las hojas brilla. Tengo a mi corazón latiendo en los oídos. ¿Si me ahogara en este momento, quedaría la sonrisa en mis labios?
Paula Felgueras
Licenciada en Letras. Correctora, editora y redactora.
Estuvo a cargo de la corrección de estilo de las notas de periodismo de soluciones publicadas en la sección Soluciones para América Latina en Infobae en alianza con RED/ACCIÓN. Se desempeñó como correctora de estilo de la Human Journalism Network. Es especialista en periodismo de soluciones y participó como invitada en la publicación “CambiaLaHistoria, periodismo constructivo con enfoque de género", de la DW (Deutsche Welle) en conjunto con Alharaca (octubre, 2022).
Actualmente, es la directora de Comunicación & Materiales de la Unidad de Alfabetización de la Secretaría de Educación de Nación. Participa del taller literario de Natalia Zito.