Poner a prueba "la realidad"

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I – Vacas que pastan ingrávidas, azules auras que las vacas mugiendo dejan libres, vacas que se perdieron en la lógica o huyeron por un subespacio: el que empezó con las vacas, por lo que sé, fue Raúl Zurita, en 1973. El que empezó, digo, a tratar a las vacas de esa manera juguetona, tierna, con algo de delirio y algo de disparate, en la que, reales o imaginadas (no importa), las vacas son, además de vacas, disparadores de pensamiento e imágenes, recurso de la escritura para jugar felizmente su juego. ¿Metafísicas, tal vez, como la “vaca metafísica” que Gabriel Pantoja menciona? Sí, si al adjetivo metafísico no lo tomamos muy en serio. Una vaca, en todo caso, literaria, ficticia, que no deja de aludir a respirantes vacas de carne comestible y hueso, pero ante todo hecha de letras y del registro de la historia de la palabra "vaca" en nuestras mentes (también hay “vacas de mentira” y una vaca dibujada), siempre móvil y múltiple, escurridizo, como el ser "vaca" en estos poemas.

 

II – No conocía Pantoja el poema de Zurita cuando se le ocurrió escribir "vacas". Hay una coincidencia, supongo, en percibir el desafío que planta poner en un poema ese tan plebeyo sustantivo, "vaca". La carencia absoluta de alcurnia cultural de esa palabra, invulnerable a cualquier tentación de abrigarse en lo sublime o a cualquier mostración de trascendencia, es en este caso una virtud: nada que fije, ningún tipo de aureola, nada definitivo o seguro, nada que afecte la movilidad del pensamiento, la inestabilidad, el cambio, el juego. Se trata de dar vida a la escritura, o permitírsela, para que leer sea una concreta experiencia viva, más viva en cierto modo que la experiencia misma de vivir porque se sabe ficticia.

 

III – Que las palabras estén vivas. Que la materia verbal respire, palpite, ocupe espacio, se abra paso. Que esté animada por una fuerza que hace a la lectura avanzar deseosa y disfrutante. Ir disfrutando cómo vacas, alguien llamado “dios” (tal vez Dios), una Chevrolet gris y unas cuantas cosas más, vaya uno a saber por qué ni para qué, entran en escena y pasan, con la consistencia de lo que pasa cuando puede abrirse paso, por puro gusto de pasar y por fuerza de entrar en la escritura. Imágenes y sonidos y conceptos puestos a jugar como quien no quiere la cosa, y nombres, ritmos, referencias culturales, atisbos de reflexión incluso, dialogando entre sí, encimándose, contrapunteándose, cuestionándose, insistiendo: de poner a jugar el pensamiento se trata, tanto para, como pide Pound, apreciar la danza del intelecto entre las palabras, y la de la imaginación también, como para vivir la alegría de hacerlo y en esa movida llevarlo a poner a prueba "la realidad", tan segura ella de sí. A establecer relaciones impensadas, reales o no, entre las cosas. Verlas como no se sabía que son, o como tal vez nunca sean, considerar sus costados improbables como un modo de amarlas en su precariedad y de salir de la tontería.

 

327 vacas (Barnacle, 2023)

 

IV – "No te creas que es sobre vínculos reales que escribo”, avisa el primer poema, al inicio nomás, y sigue: “siempre es otra/ cosa que finge volverse vínculo la/ que escribe, siempre es al revés/ de lo que uno piensa que pasa”. Y, en otros momentos del libro: “y si verdad fuera la verdad”, “ahora hay nada siempre hubo nada”, “Eso de ahí era un puto/ significado de nada”. ¿Está claro? “Ni se les ocurra que tengo algo para decir”, sería el mensaje que a Pantoja le obsesiona transmitir, o “no me tomen en serio”. Y sí: no tomar nada muy en serio en este libro, empezando por las vacas, es la mejor manera de tomarlo en serio, porque nada puede haber más serio y responsable que ese descreimiento radical que, a años luz de la soberbia seguridad del escéptico, busca hallar en una suerte de inocencia su sostén. “Inocencia”, digo, como despojamiento de los “ya sé” o de la obligación de saber, y por lo tanto oportunidad de maravillarse con cualquier cosa que se le aparezca, o al menos de apreciarla en su preciosa singularidad: bancos de arena, el kiosquero, gente y autos bajo la llovizna, la calle 25, una puta carretilla roja, la luz neón de un cartel naranja en un extenso playón vacío, un ladrillo en la pila de ladrillos puesta ahí sobre la pared, y Ramiro y Manuel y Vicente y Azul. Todo es, en ese sentido, sagrado, porque se manifiesta y reclama una atención desprotegida, aunque por lo general se deshaga casi en el momento. Todo es a la vez precario y sagrado: por precario es sagrado, en una de esas.

 

V – No tomar nada muy en serio, ¿está claro? Leer es pensar, dejar que corra, imprevisible y escurridizo, el pensamiento, y pensar es jugar. Es que, en el trasfondo de todo ese juego disparatado y liviano, Pantoja no deja de estar siempre preguntando qué diablos es lo que es (lo que existe), y cómo podemos pensarlo y cómo carajo escribir sobre eso, si es que fuera posible escribir sobre algo. “Y ahora que digo así flores/ algo sabe que estoy diciendo además/ otra cosa”: ¿Está claro? “Otra cosa”: eso. “La negritud vacuna de las cosas”.

 

 

Sobre el autor

 

Gabriel Pantoja (Córdoba, 1978)

Publicó en el año 2015 el poemario Crack por Ediciones de la Terraza. En el año 2017 el poemario Géminis por Ediciones del Dock. Y en 2023 el poemario 327 vacas por Barnacle.

 

 

 

Daniel Freidemberg (Resistencia, Chaco, 1945)

Libros de poesía publicados: Blues del que vuelve solo a casa (Buenos Aires, 1973), Diario en la crisis (Buenos Aires, 1986), Lo espeso real (Buenos Aires, 1996), La sonatita que haga fondo al caos (antología personal, Santiago de Chile, 1998), Cantos en la mañana vil (Buenos Aires, 2001), Noviembre (cuadernillo, Buenos Aires, 2006), En la resaca (Buenos Aires, 2007), Sonidos de una fiesta ajena (antología personal, Buenos Aires, 2012), Abril (Buenos Aires, 2016), Días después del diluvio (antología, Barcelona, 2018) y Diario en la crisis (e-book, 2020). Ensayo y crítica: La poesía del 50 (Buenos Aires, 1981), La palabra a prueba (Madrid, 1993) y Cómo se escribe un poema (en coautoría con Edgardo Russo, Buenos Aires, 1994). Compiló y publicó veinte antologías de poesía. Ensayos suyos sobre temas literarios fueron incluidos en quince libros.

Integró el grupo fundador de la publicación trimestral Diario de Poesía, de cuyo Consejo de Dirección formó parte hasta su desvinculación en 2005. Desde 1978 viene publicando textos críticos en revistas y suplementos culturales.

En 2014 recibió el premio La Rosa de Cobre que la Biblioteca Nacional de la Argentina otorga a la trayectoria poética.

 

 

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