En medio de la fiesta colonial e importada de Halloween donde vuelve el mito de las brujas y los niños y niñas argentinas copian el modelo de las calabazas, los caramelos y el dicho de “Dulce o truco”, cae sobre la noche del 31 de octubre el regreso de las brujas. Florencia Canale en su acertada novela La Cruzada, Catalina de Erauso: la guerra en el cuerpo, su furia en la piel (2025, Planeta) advierte, no tanto en la novela, pero sí en las presentaciones del libro (en Argentina y en el mundo) que Catalina de Erauso cuando huye del convento a los 15 años y sabe que nunca será monja, escapa vestida de hombre, ropaje que se hace con el mismo hábito de novicia, no para travestirse detrás de un deseo de ser hombre, sino porque sabe que si sigue siendo una mujer irá derecho a la hoguera por la irreverencia y por desafiar el orden establecido, patriarcal y religioso. Ser un hombre el resto de su vida será un salvoconducto, aunque siga siendo mujer y virgen. En aquellos años picantes del siglo XVII, Catalina de Erauso, la monja alférez, (1592-1650) se separa de géneros y deseos y salva su vida. Años terribles de inquisiciones feroces, de la patronal eclesiástica a la orden del día, años de cazas de brujas, de poderío falsamente viril y de atrocidades y aberraciones en el país vasco. Uno de los focos más sangrientos entre 1609 y 1614. Y aquí vamos.

Ha salido un libro erudito y magistral que se llama Invocar el aquelarre (las voces de los acusados durante la caza de brujas vasca del período 1609-1614) de la profesora Emma Wilby, catedrática de Exeter en el Reino Unido y estudiosa de las religiones en tiempos de persecución (2025, Miño y Dávila). La profesora es una verdadera maestra en brujas y actualmente trabaja en posesiones espirituales durante la Edad Media y la brujería cómo método de curación en el período moderno. Ahí, en el libro, hiperdocumentado, se exhuman las actas y los registros vascos de aquellos años en la prosperidad rural del país vasco, un sitio en bonanza y bienestar económico. Pero el huevo de la serpiente nunca descansa y la escalada comienza. El rumrum lleva al miedo, el miedo a la noche oscura donde “escuché algo” y el mal dormir lleva al pánico y a la delación. Casi, como siempre, a través de los siglos. Y el 7 de noviembre de 1610 se crea en el pirineo navarro de Zugarramundi, el primer cónclave para poner límites y seguridad, “ante el avance de las brujas”. Allí, un jurado compuesto solo por hombres, civiles, militares y religiosos procesa y condena a 53 personas, 50 son mujeres, y finalmente 11 son condenadas a morir y seis de ellas son ejecutadas en la hoguera. Fuego público aplaudido y avalado por el conglomerado próspero y rural. El edicto de muerte explica según el ensayo de Emma Wilby, lo que traían las voces de las brujas: tergiversación de la moral, ficción consciente, recuerdos falsos e histeria creciente y autosugestión. Entonces el Auto de fe de Logroño propone una reconciliación con la Iglesia y depurar la mala fe. Entonces, el jurista francés Pierre de Lancre, figura central en las hogueras, propone en 1607 la necesidad de “los verdugos alegres”, asesinos cómodos y risueños. Y en 1609, en Labort, en el país vasco francés, sucede la primera quema festiva. Seduce en esos años mansos la demonolatría y se habla de “los vientos negros” que atraían a los demonios populares, y entonces se producían los daños a las cosechas y se advertía que las brujas traían plagas y fenómenos meteorológicos adversos. Y se multiplican los cazadores de brujas, patrullas con antorchas y hasta con texto incluido. El martillo de las brujas, un tratado medieval de 1487 de Henrich Kramer y Jacob Sprenger, exhumado para el país vasco en las persecuciones de 1609 en adelante. La mujer es un “súcubo”, un demonio con cuerpo femenino, tentador para el pecado, la lujuria y la muerte.

Y entonces, hogueras y antorchas mediante, el pueblo milita y se enardece detrás de la causa y aparecen detalles de vampirismo infanticida en Zugarramundi, remedios caseros con lengua de sapos y medicina con cadáveres (la grasa del hombre) para proteger cultivos arrasados. Se empiezan a desenterrar cadáveres, nacen curanderos ocultos y los hedores traen enfermedades y pandemias. Pero la culpa es de las brujas. Entonces se retroalimenta el círculo con cultos negros, banquetes paganos, danzas del diablo, canibalismo festivo y hostias negras.
Ritos masculinos, casi de taberna y de vestuario. Es asombroso el registro meticuloso del libro “Invocar el aquelarre” de Emma Wilby. Por momentos da miedo. Casi como un cercano Stephen King. Pero se trata de historia documentada. Muy documentada.
En paralelo, casi con el mismo registro de la solvencia erudita, pero más ameno en la lectura aparece el libro Las brujas. Sospecha, traición e histeria en Salem, 1692 (2023, Fondo de Cultura Económica) de la profesora Stacy Schiff, periodista de EEUU y ganadora del premio Pulitzer en 2023 por el ensayo Vera, señora de Nabokov. El libro aborda una historia puntual y más conocida por la dramaturgia de Arthur Miller que escribió en 1952 la obra de teatro Las brujas de Salem y tan recordada en nuestro teatro nacional por la interpretación magistral de Elena Tasisto en el teatro San Martín. Estas brujas remiten al mismo siglo, pero en Massachusetts cuando en 1692 aparece una hija de un ministro de gobierno convulsionando y en apariencia con signos de posesión. Pánico, estallido social y miedo. Funcionarios, padres y religiosos acusaron rápidamente a mujeres, esposas y hermanas. La brujería se había encarnado en cuerpo de mujeres fértiles. Y el Estado actuó rápido. Ese mismo año, 1692, sin expedientes judiciales, se acusó por brujería a 14 mujeres, cinco hombres y dos perros, que fueron debidamente ajusticiados para que el mal no se irradie. Y eso, calmó a la población.
La brujería había comenzado con la primera mujer en enero de 1692 y en septiembre del mismo año quemaron a la última. El pasado colonial puritano y religioso, volvió a estar en orden. Los hombres hicieron lo que tenían que hacer. La raza estaba en orden. El libro de Stacy Schiff, en un registro periodístico plantea, mes a mes, el tema de los embusteros y los hechiceros y pendula entre el mal y la salvación y como ubica rápidamente que “uno de vosotros es el Diablo”. Como siempre, reuniones secretas, antorchas, un pueblo de pronto despabilado para hacer el mal, los informes falsos y creer en los informes falsos, los misterios y el silencio. Es terrible. Lo que el libro cuenta suceda en 1692, en un invierno muy cruel y con gente aislada por la nieve, pero el esquema es el mismo. Mentiras, chismes, boca a boca (hoy hablaríamos de fakes, de redes, de medios que fomentan la mentira). Pero el esquema sigue siendo el mismo. La matriz de la mujer culpable sigue intacta. Y hombres enajenados que tienen la razón. El libro de Schiff empieza con una cita de Antón Chéjov que dice: “Declararemos que nada está claro en este mundo. Solo los necios y los charlatanes lo saben y comprenden todo”. Ese año del horror, la sangre de pollo y el caldero hirviendo, fueron más importantes que la justicia. Digamos todo también. La olla, la revolvían mujeres calladas y cómplices.
La más joven de las brujas quemada en Salem tenía cinco años y la mayor, casi 80. Dudaron bastante, los hombres justicieros con los perros. Los registros de la época dicen que maridos implicaron a esposas, sobrinos a tías, yernos a suegras. Y lo mismo sucedió entre hermanos. Hermanos que delataban a hermanas.
La historia cerró prolija y el invierno de 1693 fue benigno y las cosechas fueron buenas.
Un insert para cerrar. Un pequeño libro, moderno y actual, sobre Deleuze y la brujería de Mark Fisher y Matt Lee (2025, Editorial Las Cuarenta), una investigación sobre el devenir brujo en el filósofo francés. De cómo meter en la filosofía ortodoxa la brujería para describir fenómenos filosóficos, políticos y sociales. Y poder explicar males del siglo XX como el nazismo.
El 31 de octubre a las 12 de la noche, entonces, en medio de la noche de brujas, la capita y la calabaza. Dulce o truco.
Fernando González
Profesor, periodista y exrector de TEA y DeporTEA. Trabajó en radio Del Plata, el diario Página/12 y las revistas El Periodista, UnoMismo y Playboy, entre otras.


