Carne sola, último libro de poemas de Diego Colomba, juega con ironía desde el título, en tanto en el devenir existencial y poético del autor se viene atisbando una mirada hacia aquello que está adyacente a lo material y que insinúa una trascendencia, de donde esta carne humana que nos contiene no estaría entonces tan “sola”. Un camino que a partir de lo vivido y lo observado, y también de lo leído y lo escrito, descubre y asume que hay un algo más, no contrapuesto si no esbozado ya en las cosas terrenas, en esta carne. Con una visión en los ojos he andado errante sin saber / lo que quería. Intuyo ahora una luz más allá de toda muerte.
De hecho, comienza el libro con una cita de San Agustín, que habla del deleite de las cosas a través de la carne, pero también de un todo del que las cosas son parte.
Poemas narrativos que baja la apariencia de poemas en prosa se desarrollan en versos largos, en los que encontramos incluso rimas asonantes (venidera / voltea; confío / comedido; sustento / recorriendo; etc.), con la predominancia de un paisaje rural pero contaminado de lo humano.
Este ambiente rural se remonta a los recuerdos de niñez del autor ―Colomba ha dicho que el sujeto que enuncia en los textos es un supuesto niño―, pero eludiendo la reivindicación de una época dorada o un paraíso perdido. Si bien puede ser epifánico por momentos el paisaje, hay una mirada adulta que descubre también la corrosión, no exenta de belleza. Pensás mientras truena el tractor y el viento se lleva el olor / a combustible. La mala tierra se satura de excrementos. Y ahí volvemos a esta idea de atisbar un más allá de la realidad a partir de lo sensorial, de lo sensorial fragmentario; el vislumbrar un algo más en esa niebla que dejan las cosas en su deterioro. Un espantajo como yo puede creerse Dios uniendo / las partes del mundo bien distintas; o hacer vibrar los nervios más íntimos del alma / y la carne para sentir el amor más invisible.
En el “El mundo sigue creándose” y “Un mundo inestable e inconcluso”, títulos de dos poemas, se puede advertir la lectura de la obra de Teilhard de Chardin, así como en la referencia al trabajo rural, tal como refiere el propio autor, la inspiración en las Bucólicas y Geórgicas de Virgilio.
Poemas escritos en primera persona, otros en la primera persona, pero del plural y otros en segunda persona, que siguen enriqueciendo la obra de Colomba, donde a ese fondo rural que es el escenario para el recuerdo del padre, la búsqueda de Dios ―sobre todo en esta etapa― y el palpitar de lo vivido, le saca el jugo con una aguda mirada que destila logradas imágenes.
Tres poemas
La claridad del cielo vela todo
Hace fresco, casi frío. Ganduleando en la lluvia. En invierno
pensamos en nuestra tierra. A lo lejos, quién sabe, ladra un perro.
Con una visión en los ojos he andado errante sin saber
lo que quería. Intuyo ahora una luz más allá de toda muerte.
No hay diferencia entre la carne y el bien
Mi sustancia se ordena y se enrolla sobre sí como paja
que alcanza el remolino. Crece. Maridada con el polvo.
Se vuelve más grande y mejor. Como si lo uno que uno
es se formara por uniones sucesivas. ¡Qué rara vida!
Un espantajo como yo puede creerse Dios uniendo
las partes del mundo bien distintas.
Un cielo incierto
Hay que dejarle tierra a los pastos. Y vino a los meses tardos.
Pensás mientras truena el tractor y el viento se lleva el olor
a combustible. La mala tierra se satura de excrementos.
Muge el toro bajo el sol. Crispa el aire el yuyal espontáneo.
Soñás con quitarle la maleza al campo ocioso (quemarla
para que ardan los defectos). Con ahuyentar las pestes
que habitan por doquier. Si ya está el ganso haciendo daño
en la neblina. El pájaro insaciable que se espanta con el ruido.
Y el cuis parecido. La liebre. El sapo. El ratón que vive
bajo tierra y el topo ciego. Los gorgojos y las hormigas.
Como sombras que convergen en el fuego humildísimo
de un futuro en común.
Acerca de Diego Colomba
Nació en San Nicolás y vive en Rosario. Es doctor en Humanidades y Artes, con mención en Literatura. Colaboró con reseñas, notas y entrevistas en diversos medios periodísticos. Obtuvo menciones y premios en concursos municipales, provinciales, nacionales e internacionales y las Becas de Creación del Fondo Nacional de las Artes 2019, 2021 y 2022. Fue seleccionado como artista referente de la Región Centro del Programa Escena Pública (2017), del Ministerio de Cultura de la Nación. Artículos, entrevistas y poemas de su autoría integran diversas antologías.
Publicó libros de crítica, narrativa y poesía. Barnacle ha editado su producción poética más reciente, en la que se destacan Papá trajo a casa un Cuatro Ele (2018; Mención Honorífica Premio Provincial de Poesía José Pedroni. Obra Editada, 2019; Mención Honorífica Premios Nacionales en Categoría Poesía 2019, Ministerio de Cultura de la Nación) y Una luz celeste (2025).
Lisandro González
Ha publicado varios títulos en poesía, el primero de ellos Esta música abanica cualquier corazón en 1994 y Lastre en 2023. Participó en varias antologías y ha sido colaborador del suplemento literario del diario La Capital de Rosario escribiendo reseñas.
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