ESTA MAÑANA, MIENTRAS HACÍA LAS COMPRAS DEL DÍA
Esta mañana, mientras hacía las compras del día,
se me ocurrió, como se les ocurren a los poetas las cosas,
el final de un poema que tanto había buscado la víspera,
infructuosamente, como infructuosamente buscan los poetas,
y me puse feliz por haberlo hallado,
y pensé en todos los poetas que haciendo las compras del día
escribieron, en el papel de su cerebro,
los versos finales de un poema mucho tiempo buscado,
y me puse feliz por ellos, porque habiendo hecho las compras del día
no dejaron de ser poetas, y no contaron en la tira de gastos los versos hallados,
y nadie habló de plusvalía y de horas de trabajo,
y mientras en esto pensaba no pude dejar de sentir tristeza
por todos los poetas que nunca hicieron las compras del día,
y nunca hallaron los versos finales de un poema soñado,
y nunca fueron poetas porque nunca fueron al supermercado.
Carlos Rey
El poeta y yo y otros poemas
Audisea (CABA) y Reflet de Lettres (París), 2018
Un poema no es sólo producto del esfuerzo; no es el tiempo que le dedicamos, mayor o menor. Hay una gran diferencia, y esto se ha dicho muchas veces, entre el verso que con afán buscamos y la, como dice Carlos Rey en este poema, “ocurrencia” que todo lo ilumina, impensada e inesperada. Sería algo así como un don: algo que viene no del todo de nosotros o, en todo caso, no de nuestro mundo consciente.
En estos versos se habla de otros versos; se reflexiona, se piensa, se nombra algo que aconteció –el hallazgo de un verso final, en este caso– y a partir de este hecho, en apariencia insignificante pero por cuyo surgir damos la vida los poetas, se pasa a hablar del reino de las posibilidades: todos los que llevan a cabo esa –involuntaria– hazaña y todos aquellos que no la experimentan.
El marco es sencillo: alguien ha ido al supermercado. Pronto nos damos cuenta de que es un poeta. Quiero decir, un poeta en sus tiempos libres. Sabemos, a partir de otros poemas del libro, cómo es la situación: asalariado y padre de familia, asediado por las urgencias de la vida y de la sociedad, poco rato encuentra para leer y escribir; amén de que es muy consciente de que la poesía, esa veleidosa, quiere, como afirmaba Graves, que la sirvamos todos los días, a toda hora.
Así pues, el poeta se fue de compras. El día anterior había buscado, sin éxito, las mejores palabras para cerrar un poema; porque las palabras, que son la poesía misma –esa cosa divina y alada–, vienen cuando ellas quieren. Y ese arribo se produjo en un supermercado. Hecho, como decíamos, insignificante y a la vez superlativo: Carlos Rey, durante ese lapso, fue realmente poeta.
Es algo que sucede sin testigos. Es algo que, como en estos versos, nos asalta de improviso. Es un don.
Pero el poema que comentamos reflexiona a partir de la historia del parto de un poema previo, que no tenemos ante nosotros. El poema que comentamos es una conclusión agridulce de cómo la poesía sobrevive, a como fuere, en las Grandes Ciudades contemporáneas. Carlos Rey piensa en todos los Carlos Rey posibles: en el que irá dentro de media semana al supermercado y no llegará a ser poeta; en todos los Carlos Rey que no han sido poetas como él sí lo fue ahora; en todos los que lo fueron en cualquier supermercado (y eso es felicidad y alivio). En todos los Carlos Rey que soy yo, en fin, o vos, hipócrita poeta, cada vez que acontece (o no) la poesía.
La poesía es algo del orden de lo gratuito y logra nacer incluso en medios totalmente enclavados en el corazón mismo del Sistema, como, por ejemplo, un supermercado. Algo adviene. Ayer, en una charla, me hablaban de Simone Weil. De la espera y de la atención. Al oírlo pensé en la Segunda Venida de Cristo: llegará como un ladrón en la noche, sin anunciarse, por lo cual hay que estar siempre alertas, preparados. En el caso de la poesía, en el caso de Carlos Rey –de aquel que es la palabra yo en su poema–, el último verso, el cierre del poema en vano buscado el día anterior, se presentó de repente, de manera impensada. Qué podía sentir el autor sino gratitud y melancolía a la vez…
El libro del que tomo el poema salió hace algunos años ya. Es decir, hace apenas un suspiro, si lo consideramos en términos de Arte. Busquen más poemas de Carlos Rey; compren sus libros. (Cierra éste un epílogo sobre Alberto Caeiro, uno de sus mentores).
Acerca de Carlos Rey (Buenos Aires, 1977)
Publicó los libros de poemas Cavidades (2008); El poeta y yo y otros poemas (2018) y "Roca" (2023). Desde 2020 dirige la revista virtual de poesía Katana. En 2025 la editorial El enano Tulus publicará su primera novela La cruzada.
Acerca de Pablo Seguí (Córdoba, 1973)
Entre los 8 y los 17 años estudió violín, para luego volcarse hacia la poesía.
Ha publicado los siguientes libros: Los nombres de la amada (Alción, 1999), Claves y armaduras (Foja/Cero, 2005), Naturaleza muerta (El Copista, 2011), Otro verano y éste (Barnacle, 2017), Animal de bien (Barnacle, 2018), Noción de ritmo (Barnacle, 2019), Lizard y otros poemas (Barnacle, 2020), Babía y otros poemas (Barnacle, 2021), La internación (Barnacle, 2022), Remy LaCroix y otros poemas (Barnacle, 2023), Poesía juvenil (1995-2011) (Barnacle, 2024) y La derrota continúa (Barnacle, 2025).