Irene Rascovsky en “Lengua de trébol” observa que el tiempo ha de apresar las cosas que componen el mundo y sus destellos, aunque procuremos imaginar a salvo hasta el último detalle. El volumen admite su envés; siempre hay otro periplo (lectura), que encierra curiosidad y afán literario: el amor (y el tiempo) son materia que siempre nos pueden hacer equivocar. O dicho en otras palabras: a la cuenta de tres nos van a romper (“Toco la sangre / con el dedo gordo / y dibujo un corazón”).
No hay pulcritud suficiente
Esa pregunta
camina sobre el barro
y se ensucia.
Da dos pasos adelante
y cinco abismos atrás
con la urgencia de su signo
con septiembre
que le corta las venas.
Toco la sangre
con el dedo gordo
y dibujo un corazón
Me digo
Que el silencio
se me cuelgue del hombro
me babee la nuca
perfume jazmín
que todo sea mudo
como las películas
en blanco y negro,
que susurre
en lengua de trébol
que esto se irá
en una bicicleta miope
camino al barranco
porque ya
ni nunca
ni siempre
que el futuro
será una flor abierta
y roja.
Soliloquio
el jabón de coco
un gorrión
la hormona endocrina
a veces el viento
el arroz con pollo
la basura guardada
el piso cerámico
la infancia
una madre
la siesta corta
los vecinos
los sesenta
minutos
de
una hora
un monólogo se apoya en tu boca
cuelgo los ojos en la pared
no te das cuenta
Fotografía
Ayer enterré una foto
en la que me mirás
como a las flores rojas,
mezcla de amor y sorpresa.
Atrás el río
y esa lentitud tan tuya;
los pájaros inmensos,
volabas con ellos
desde los yuyos quietos.
La enterré
debajo de la ventana.
Por acá,
el río de cemento y yo
montada en un caballo arisco
al que no diste de beber.
Foto de crines negras,
de mi pelo enredado
en las orejas del animal,
dos en uno, ahora
se mezcla con la tierra,
con el adiós de los gusanos.
Cuando vuelva del mar
tendré el cuerpo pintado de pájaros
boca de sal
lengua de alga
con ojos nuevos, dos caracoles
sus ecos guiarán el camino
por este mundo asfixiado y
triste
antiguo mundo
pero llevaré un poco de mar debajo de las uñas
rascaré los muros negros
y tal vez sea eso
la esperanza o Dios.
¿y si el mar fuera Dios?
¿justamente ese Dios que nadie vio, que yo no entiendo,
un Dios a puro vacío frente al horror?
¿y si el mar fuera Dios y desde siempre
me ha lamido los pies con ese frío que espanta?
¿y si no hay un dios sino una inmensidad que
nos viste de nadas,
de pájaros, de algas?
Zoopolítica
Golpean la puerta
entra un elefante verde
con colmillos fusiles
choca la mesa
me apunta con furia
prendo la tv
cuatro monos gritan con micrófonos
señalan a la gente
desde un palco de telgopor
centenar de arañas
llegan hasta mí
se meten por la boca
me ahogo
tengo telarañas en los pulmones
y afuera, nadie escucha.
Sobre la autora
Irene Rascovsky nació en 1974 en Capital Federal, Argentina.
Licenciada en Psicología (UBA).
Ha concurrido a diversos talleres literarios y de poesía desde 1995 a la fecha.
Integra la antología literaria “Bardos” (1999). En 2021 publicó su primer poemario “Cicatriz” (Editorial Halley).
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